Corazones solitarios: Una experiencia en las prácticas e imaginarios de la devoción.
- María Mercedes Sánchez
- 10 jul 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 7 may
Por Víctor Manuel Rodríguez-Sarmiento (curador)

Es notable la recurrencia del imaginario religioso popular en las prácticas artísticas latinoamericanas. En Colombia, registros visuales y rituales de este tipo aparecen no sólo en la música y el cine nacional, sino también son referente de análisis en las artes escénicas, las plásticas y las visuales. De manera impura e irreverente, muchos proyectos artísticos colombianos exploran las traducciones entre las culturas popular, masiva y religiosa no sólo para resignificar estas prácticas y sus iconografías, sino también para asociarlas a fenómenos sociales más amplios, así como a construcciones culturales que dan forma tanto al mundo de las relaciones sociales como a la vida cotidiana misma.
La muestra Corazones Solitarios de María Mercedes Sánchez surge de su experiencia como observadora participante en el periodismo y la comunicación. A manera de un trabajo etnográfico, Sánchez identifica las formas en las cuales los elementos de la religiosidad popular y de la figura de la celebridad, inducida por la cultura masiva contemporánea, se mezclan en rituales de devoción públicos y privados.
Específicamente, explora la estética de los altares en los cuales la gente a través de la devoción religiosa hace peticiones a la Virgen y al Divino Niño como una forma de tramitar el deseo y la incertidumbre.
El proyecto artístico de María Mercedes busca articular los elementos culturales que dan forma a esta práctica a través de la construcción de cajas escénicas y collages donde el protagonismo reposa en las relaciones entre las personas y las figuras religiosas.
Utilizando materiales que provienen de estas iconografías, Sánchez pone en escena el mundo de imaginarios e interacciones que dan forma a una suerte de inconsciente colectivo. Para dar cuenta de las interacciones, los íconos de adoración transmutan de las imágenes religiosas, a los objetos de la cultura masiva, a los niños y las personas, de tal suerte que aquello que los une es la veneración religiosa compartida que pone en movimiento las aspiraciones, los sueños y los deseos: el niño podría convertirse en un divino niño que materializaría una aspiración familiar y social, la niña podría convertirse en una virgen y en un símbolo de pureza y generosidad; y la cultura material de la sociedad contemporánea se convierte en fuente y repositorio de sueños. La insistencia de Sánchez en esta transferencias y traducciones nos propone pensar en la inevitabilidad de lo místico, pero también en la construcción cultural y social del misticismo mismo en una sociedad que busca afanosamente resolver sus duelos y vacilaciones personales y sociales.
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