Sobre la obra de María Mercedes Sánchez
- María Mercedes Sánchez
- 10 jul 2024
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 7 may
Por Franklin Aguirre (Artista, museólogo y curador autónomo)

Para darle sentido a la vida, o al menos una explicación temporal a sus misterios, el hombre se ha valido siempre de imágenes votivas que, al ser ritualizadas y contextualizadas a través de los siglos, han dado origen a los sistemas formales de creencias conocidos generalmente como religiones. A lo largo de la historia, los mitos y rituales han sido parte fundamental en la evolución intelectual de la humanidad y en la forma en que esta interactúa con el mundo.
Las intervenciones o apropiaciones de las imágenes religiosas se han cuestionado siempre, debido a la carga simbólica que subyace en ellas. De hecho, en la Edad Media no se pensaba en que “artistas” las habían pintado o esculpido, ya que se consideraban que su origen era casi sobrenatural. Solo hasta el advenimiento de la noción de artista, propia del Renacimiento, se les otorgó autoría a esas imágenes e incluso se les permitió cierta libertad en su configuración de acuerdo con los donantes o las personas poderosas que encargaban su construcción.
Actualmente, la situación ha cambiado bastante porque, de un lado, las cifras de agnósticos y ateos aumentan constantemente, lo cual genera una lectura y relación diferente con estas imágenes. De otro lado, la iconografía religiosa se ha infiltrado en la cultura pop, donde se utiliza de una manera gráfica y meramente estética (o a veces sarcástica e irónica), alejándola aún más de su razón de ser originaria. Sin embargo, a pesar de estos “usos”, estas bellas imágenes siguen vigentes y en circulación, bien sea por su valor simbólico, artístico o simplemente estético.
Al revisar la historia de las imágenes religiosas, no solamente las heredadas de la tradición judeocristiana, vemos que su puesta en espacio implica una suerte de contexto que las potencia, como podemos ver en el dramatismo teatral y el tenebrismo propio del Barroco. Así, tanto los altares como las procesiones y oratorios o capillas privadas, dan cuenta de esta activación contextual de la pléyade de imágenes o artilugios en los entornos propios de las religiones.
Durante los procesos de colonización por parte de potencias económicas a lo largo del tiempo, se han impuesto las creencias extranjeras sobre las locales. En este proceso a veces traumático, las creencias de los derrotados han sido reducidas o transformadas e incluso desaparecidas. Eventualmente, en un acto de resistencia, pero también convivencia, se han hibridado tales creencias mediante un fenómeno denominado sincretismo que mantiene “activas” ambas creencias en una suerte de deconstrucción de tales narrativas y sus correspondientes formas de operar.
Estas reflexiones previas nos acercan a la intención de María Mercedes Sánchez, quien busca articular la imaginería popular, la iconografía religiosa y estética del espectáculo, en una suerte de dispositivos tanto exentos como adosados a nichos, cajas y dioramas que contextualizan las imágenes religiosas de diversos credos en paradójicos y contrastantes entornos que multiplican sus significados y sentidos de manera caleidoscópica.
La eterna dicotomía entre lo sagrado y lo profano es abordada de manera irónica y hábil, por la artista recurriendo al carácter naif de lo popular y el recurso del collage – tanto analógico como digital—, lo que le permite yuxtaponer a manera de un particular tipo de palimpsesto que da cuenta de las capas de sentido acumuladas entre significado y significante, al igual que entre la literalidad y la alegoría. De hecho, la iconografía religiosa antigua y clásica contiene todo tipo de dioses, santos o sus equivalentes, relacionados con diferentes fenómenos del mundo tangible e intangible, a quien se le rendía culto según su categorización. Así podemos encontrar dioses de la lluvia, de la tierra, de las cosechas, de las sequías, etc. Actualmente han emergido nuevas problemáticas como el hackeo, la interrupción de los servicios públicos, o el bulling, entre otras, para lo cual, evidentemente no hay un santo “asignado previamente”, entonces… ¿A quién deberíamos acudir para pedir ayuda superior y en qué dimensión de nuestra existencia?
Desde esta perspectiva, la artista hace hábiles traducciones de contextos y apropiaciones de imágenes e incluso objetos, que funcionan como una suerte de símbolos de “problemas actuales” que solo pueden existir en nuestro tiempo, lo cual los hace contemporáneos per se. La artista incluye elementos cotidianos y populares como la arepa colombiana, los implementos de aseo, las frutas tropicales, las plazas de mercado, los teatros, restaurantes y otros elementos reapropiados, recontextualizados y resemantizados, son articulados en equilibradas y armónicas composiciones que son alteradas por la complejidad de los elementos en tensión que las componen.
Estas imágenes se suman a las ya existentes en los lugares de oración o de peregrinaje donde, al ver las tiendas informales alrededor de ellos, nos percatamos de la hibridación de las estéticas tanto hegemónicas como populares, al igual que las técnicas constructivas que han evolucionado desde las tallas de piedra y retablos hasta objetos de plástico inflables, acrílicos con luces LED, hologramas e impresiones 3D. Sin embargo, la fe que representan estas imágenes sigue allí, solo ha mutado, se ha actualizado técnicamente y se ha fortalecido con la evidencia de su presencia.
Las religiones hacen parte estructural de la humanidad según la antropología, de hecho, el ser humano es “naturalmente religioso” aunque sea “culturalmente ateo”. Sin embargo, las religiones, siendo un sistema institucionalizado de creencias (lo cual implica las colectividades o lo social), que podríamos llamar también exterior, contrastan con lo que denominamos espiritualidad que tiende hacia el interior y hacia la búsqueda de la divinidad o su contacto con ella, dentro de nosotros mismos. En este sentido, al margen de nuestras creencias, persiste esa pregunta por nuestra existencia, nuestra relación con el todo, y nuestra relación con lo inefable, lo numinoso o lo sublime, y es precisamente en las religiones o en la espiritualidad, donde tratamos de encontrar respuestas, cuando la razón se queda corta.
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